La España Verde tiene secretos que no mucha gente conoce y lugares que se alejan de los circuitos turísticos habituales. Se trata de espacios en los que poder practicar un turismo ‘slow’, sin prisas, sin masificaciones y estando más pendientes del paisaje que de la pantalla del móvil. Seleccionamos cuatro comarcas secretas y varios planes en torno a ellas para descubrir algunas de las caras menos conocidas de norte de España.
Dos planes para hacer en la comarca de Campoo (Cantabria)
1. Conocer el Ebro cuando nace y cuando se convierte en un mar de interior
Es en Campoo, en un bosque de tupidos chopos y fresnos, donde nace el río Ebro, en la llamada Fuentona de Fontibre. Se trata de un lugar muy especial e íntimo que contrasta con las grandes dimensiones que llega a desarrollar el río más largo de España. La visita se puede complementar con una visita al Centro de Interpretación del Río Ebro. A muy pocos kilómetros, el Ebro se convierte en un gran embalse que gobierna un espectacular altiplano. Es allí, en este mar de interior, donde se pueden observar aves, practicar deportes acuáticos o conocer la Catedral de los Peces: el campanario de la iglesia del antiguo pueblo de Villanueva, inundado para la creación del pantano.
2. Adentrarse en el apasionante mundo de las ermitas rupestres
El valle de Valderredible cuenta con un inusitado número de ermitas e iglesias talladas en roca, una concentración única en España. Se trata de una muestra de arquitectura muy singular que fascina a todos los públicos: cuevas excavadas para convertirlas en iglesias con arcos, bóvedas e, incluso, campanarios esculpidos. Las rutas suelen comenzar en la iglesia de Santa María de Valverde junto a la cual se encuentra el centro de interpretación. Algunos de los templos imprescindibles son: la ermita de San Miguel (excavada en un montículo de roca), Santa María de Cadalso (la más pequeña del valle) o la de Arroyuelos,x la más monumental de todas las cavernas medievales. Está formada por dos amplias naves, tiene dos pisos y cuenta con todos los elementos de una iglesia –bancos, sepulcros…- excavados en la misma roca.
Dos planes para hacer en la comarca de Viana (Orense, Galicia)
1. Perderse por las calles del casco histórico de Viana do Bolo
Declarada Monumento Histórico-Artístico, Viana do Bolo es la principal puerta de entrada a una comarca que debe gran parte de su magia a un fruto: la castaña, cuyo cultivo natural ha contribuido a mantener la, casi, virginidad de los paisajes. La localidad conoció el esplendor en la Edad Media y desde entonces no lo ha perdido, como bien se percibe en su plaza Mayor, en sus edificios barrocos, en esos miradores de cristal tan gallegos que permiten disfrutar de la luz sin exponerse a la lluvia. No hay que olvidar subir a lo más alto para conocer su torre del Homenaje (único vestigio de su antiguo castillo) o acercarse al embalse de O Vao.
2. Conocer unas singulares minas romanas de oro
A muchos visitantes estas tierras rojas que se despeñan, al sur de San Cibrao, hacia el río Camba y el embalse de O Vao les recordarán a los populares paisajes de las Médulas. No andarán muy descaminados pues bajo esa alfombra bermeja los romanos buscaron oro: son las minas de As Borreas. Existe un recorrido circular de 3 kilómetros que parte desde la carretera que accede a Caldesiños y permite conocer, gracias a dos miradores (uno al norte y otro al sur) con sendos paneles explicativos, no sólo el paisaje sino cómo lo trabajaron los romanos para conseguir la mayor cantidad de posible de oro. Al igual que en las Médulas de León, aquí los romanos utilizaron la misma técnica de ingeniería: construir pozos y galerías en los que precipitarían grandes cantidades de agua para arrasar los terrenos susceptibles de contener oro.
Dos planes para hacer en el Valle del Nalón (Asturias)
1. Perderse (y encontrarse) en el Parque Natural de Redes
No es un espacio natural cualquiera: en 2001 obtuvo el título de Reserva de la Biosfera, otorgado por la Unesco, lo que garantiza la protección de este paraíso de contrastes en el que hay de todo: ¿Pastos tan bien pelados por el ganado como si fueran un campo de golf? Los hay. ¿Bosques de especies típicamente norteñas como hayas y robles? Tienen unos cuantos. ¿Picos de altura? Pregunten por el Cantu l’Osu, el Tiatordos o los más de dos mil metros de la Rapaína. ¿Desfiladeros calizos por los que realizar una ruta senderista? Sólo hace falta acercarse al río Arrudos o el Alba. ¿Un plan para todo el mundo? La Ruta de Brañagallones, sin duda: una caminata muy accesible de tres horas para llegar a un valle secreto a través de paisajes glaciales o hayedos.
2. Asombrarse ante el patrimonio industrial de Langreo
El contraste con el plan anterior está servido: es en Langreo donde nació y creció la que fue la principal empresa minero-siderúrgica española de la primera mitad del siglo XX, Duro Felguera. Langreo no ha perdido su carácter industrial pero sigue conservando los monumentos de aquel primer impulso como la colonia obrera del Barrio Urquijo, un conjunto de viviendas de promoción construidas por la propia empresa para acoger a los trabajadores; la Casa de la Dirección, de 1904, o la gran torre troncocónica del refrigerante, construida en hormigón, y hoy convertida en el interesante museo de la Siderurgia de Asturias. En él se desvelan todos los secretos sobre la industria en Langreo o la fabricación de acero. Otro de los imprescindibles es el Ecomuseo Minero Valle de Samuño que brinda la experiencia de viajar a bordo del antiguo tren minero (a través de trincheras y túneles), conocer el conjunto restaurado del Pozo de San Luis o asombrarse ante ‘obras de arte’ industriales como el plano inclinado de Puente Humeru y sus decenas de escaleras.
Dos planes para hacer en la comarca del Goierri (Gipuzkoa, Euskadi)
1. Deleitarse con la fiesta de olores, colores y sabores del mercado de Ordizia
Se celebra desde principios del siglo XVI y tiene lugar todos los miércoles aunque llueva o truene. El mercado de Ordizia, que acontece en el corazón de la localidad, bajo una construcción centenaria de estilo neoclásico situada en la plaza Nagusia, no sólo es el mercado tradicional más veterano de Euskadi, sino toda una referencia para fijar los precios de productos de huerta y caserío, algo así como el Dow Jones de la Euskadi rural. El mercado es una oportunidad inmejorable para conocer productos típicos vascos de cercanía y de temporada: todo lo que se vende se ha producido a muy pocos kilómetros de aquí. Si la visita coincide con el Artzai Eguna (abril) o el Concurso de Quesos Idiazabal (septiembre), estarán asegurados los espectáculos paralelos.
2. Vivir toda una aventura en el túnel de San Adrián
Muchos siglos antes de que se popularizaran las carreteras y autopistas, existía una forma bastante singular (y esforzada) de salir de Euskadi y acceder a Castilla. De hecho, el paso del túnel de San Adrián era uno de los nudos principales para conectar España con Europa, de ahí que existan numerosos testimonios de viajeros que, en el pasado, se maravillaron al atravesarlo. San Adrián es un túnel natural situado a unos 1.000 metros de altitud que permite atravesar la sierra de Aizkorri. Antaño contó con diversos establecimientos y fondas de los que hoy en día sólo quedan los cimientos y una pequeña ermita. Para todos aquellos a los que les gusten las caminatas, San Adrián no es el final, sino el principio de muchas aventuras pues el túnel es el punto de partida (y de paso) para numerosas rutas por el Parque Natural de Aizkorri-Aratz, bien para conocer sus cimas, pasear por paisajes casi oníricos como los de las campas de Urbia o descender a la cercana Llanada Alavesa por la antigua calzada medieval, y actual ruta del Camino de Santiago, la Vía de Bayona.