Instrucciones para emocionarse en los Caminos del Norte

Casi todos los peregrinos que llegan a Santiago coinciden: llegar a la plaza del Obradoiro es una explosión de gozo pero es en el día a día donde se esculpen los mejores recuerdos de los Caminos del Norte. A ello contribuyen muchos aspectos (la compañía, el clima, el estado físico, un rayo de sol en el momento adecuado…) pero, sobre todo, el entorno que nos rodea y que no sólo nos pondrá a prueba sino que nos regalará panorámicas, paisajes, fotografías y sensaciones imborrables. Hemos seleccionado cuatro etapas de los Caminos del Norte para que seas tú el encargado de vestirlas con las mejores experiencias.

EUSKADI. Camino del Norte. De Deba a Markina-Xemein (20 km)

¿Dónde comienza la etapa?

En Deba, una villa portuaria encajada entre acantilados y montañas que, a principios del siglo XX, acogió a aquellos ‘touristas’ que pusieron de moda los veraneos junto al Cantábrico. La importancia estratégica de la villa ya se hacía notar en la Edad Media, de ahí que haya heredado uno de los templos góticos más fastuosos (y grandes, pues tiene dimensiones de catedral) de Gipuzkoa, la iglesia de Santa María, en la que destacan su pórtico y el claustro. Por cierto, Deba fue, durante varios siglos, la salida natural por mar hacia puertos europeos de las mercancías de Castilla.

¿Dónde acaba?

Finaliza en Markina-Xemein, una pequeña localidad de interior que, a pesar de su tamaño, fue una importante villa medieval. La grandeza de Markina-Xemein radica en encontrarla tras casi veinte kilómetros de caminata (o pedaleo) por caminos de hormigón y tierra, en silencio y soledad, y tras haber superado el collado del Arno, la mayor altura del camino a su paso por Euskadi. Si se opta por parar en Markina-Xemein (hay quien prefiere recorrer unos kilómetros más hasta el monasterio de Zenarruza) merecerá la pena pasear por las callejas estrechas de su casco antiguo en busca de casas torre como las de Mugartegi o Barroeta.

¿Por qué es tan especial?

Seguramente no exista un tramo más salvaje y aislado en todos los caminos de Santiago que recorren España: casi una veintena de kilómetros por zonas rurales apenas habitadas y extensos pinares en los que el rey es el silencio. Desde el inicio del camino en Irun será la primera vez que nos alejemos de la costa para encaminar, nuestros pasos, poco a poco hacia Bilbao. Habrá que entonar, entonces, un ‘hasta luego’ al Cantábrico al abandonar Deba.

¿Qué monumento o experiencia no debo perderme?

La ermita de San Miguel de Arretxinaga, uno de los templos cristianos más singulares de todo el camino del Norte. Se trata de una construcción hexagonal del siglo XVIII que envuelve un antiguo santuario megalítico de tres grandes rocas que conforman un trípode. Bajo estas se ubica el altar en lo que debió ser el intento de cristianizar un espacio de culto pagano. Desde hace siglos es costumbre entre las parejas de novios acudir al santuario (y pasar tres veces bajo las rocas) para asegurarse la descendencia.

CANTABRIA. Camino del Norte. De Santillana del Mar a Comillas (24 km)

¿Dónde comienza la etapa?

En Santillana del Mar, una de las joyas medievales del norte de España y un clásico en los rankings de los pueblos más bonitos del país. Puede sonar a tópico pero no lo es: Santillana es lo más parecido a habitar durante un rato en la Edad Media y conectar con el espíritu primitivo del camino. Hay que caminar sus calles empedradas en busca del palacio de los Velarde, la torre de  Don Borja o la colegiata de Santa Juliana. Merece la pena hacer un alto para conocer ésta en profundidad y buscar, por ejemplo, el capitel erótico de una pareja abrazándose de forma lujuriosa o el del mono boca abajo, toda una rareza del arte románico. A apenas 2,5 kilómetros de Santillana se encuentra la Cueva de Altamira, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, una joya del arte rupestre paleolítico con sus icónicos bisontes.

¿Dónde acaba?

Finaliza en Comillas, una localidad costera que aúna tradición marinera, patrimonio indiano y modernismo. No hay muchos pueblos tan versátiles como éste a lo largo del camino en los que se den cita joyas como el palacio de Sobrellano, el sobrecogedor cementerio, el Capricho de Gaudí o la Universidad Pontificia, que regala las mejores panorámicas del pueblo. A ello hay que sumar un entorno natural de prados, playas y miradores sobre el Cantábrico.

¿Por qué es tan especial?

Porque es en esta etapa donde el caminante se topará con una de las señas de identidad  más genuinas del Camino del Norte: la arquitectura y cultura indiana, nacida de la mano de aquellos cántabros que marcharon a hacer las Américas y triunfaron. No hay que olvidar pequeños tesoros escondidos que aparecerán entre praderas y manchas de bosque: la iglesia de San Martín de Tours en San Martín de Cigüenza o la sorprendente villa de Cóbreces.

¿Qué monumento o experiencia no debo perderme?

El Capricho de Gaudí, en Comillas, una de las pocas obras que el arquitecto catalán hizo fuera de Barcelona. Este edificio modernista, con su colorida cerámica inspirada en girasoles, es una joya visual que, sin embargo, esconde sorpresas musicales. Su promotor fue el indiano Máximo Díaz de Quijano y era tan aficionado a la música que llenó la casa de referencias y homenajes a esta disciplina artística ¿El más sorprendente de estos homenajes? Las ventanas del salón principal que, al abrirse, hacen sonar diferentes notas a través de unas campanas tubulares.

©Turismo Asturias – Noé Baranda

ASTURIAS. Camino Primitivo. De Pola de Allande a La Mesa (21 km)

¿Dónde comienza la etapa?

En Pola de Allande, una encantadora villa asturiana de interior que está sitiada por montañas. Históricamente, Pola ha sido lugar de acogida y refugio de peregrinos que aprovechaban la parada para recuperar fuerzas antes de ascender al “techo del camino”, el puerto de Palo. Dada esta importancia estratégica (y a ser algo así como la ‘calma’ antes de la ‘tormenta’), Pola llegó a contar con hasta tres hospitales para peregrinos ya desaparecidos. Lo que no ha desaparecido ha sido su fama como lugar para catar lo mejor de la gastronomía asturiana de interior en raciones, por lo general, muy generosas.

¿Dónde acaba?

Finaliza en La Mesa, una minúscula aldea en las alturas, perteneciente al concejo de Grandas de Salime. A pesar de su tamaño reducido, su ubicación en lo alto de la sierra la convierte en un enclave estratégico (y necesario) para aquellos peregrinos que quieran abordar con calma la coronación del puerto. La sensación de silencio, paz y aislamiento, tan presente en las etapas asturianas, aquí alcanza su máxima expresión.

¿Por qué es tan especial?

Por su dureza, por su belleza y por su silencio, acaso las tres virtudes que más valoran quienes recorren el Camino del Norte. Los experimentarán en su máxima expresión quienes madruguen para llegar al puerto de Palo (1.146 metros de altura, punto más elevado de todo el Camino del Norte y del Camino Primitivo) con las primeras luces del día. Poco más se puede añadir. Lo que espera en la siguiente etapa también engrandece las virtudes de ésta: un pronunciado ascenso por parameras de montaña en busca del singular embalse de Salime.

¿Qué monumento o experiencia no debo perderme?

El enclave de Montefurado, primer conjunto de casas tras la coronación del puerto en el que se ubica una fuente de agua fresca que siempre es un placer catar. El conjunto de casas está profundamente ligado al Camino de Santiago pues albergó durante siglos un hospital de peregrinos y una ermita que todavía sigue en pie. En la actualidad, Montefurado sólo está habitado por las vacas que pastan en sus prados. Las vistas, por supuesto, son fantásticas.

GALICIA. Camino del Norte. De Ribadeo a Lourenzá (29 km)

¿Dónde comienza la etapa?

En Ribadeo donde viviremos toda una explosión de estímulos: se trata de la primera villa gallega del Camino del Norte, tiene vistas a la vecina Asturias y está bañada por las aguas de la ría homónima. Si llegar a ella a través del puente de los Santos ya deja unos cuantos recuerdos imborrables, conocerla fijará unos pocos más: los paseos por el barrio de San Roque, su arquitectura indiana, el conjunto monumental de la plaza de España…

¿Dónde acaba?

Termina en Vilanova de Lourenzá, un atractivo (otro más) núcleo en el interior de la provincia de Lugo, famoso por su vínculo histórico con el Camino. El pueblo está rodeado de verdes prados y suaves colinas cubiertas por bosques de eucaliptos. Para conocer su más preciado tesoro basta con escrutar el campanario de la iglesia de Santa María de Valdeflores y dirigirse hasta allí…

¿Por qué es tan especial?

Porque ilustra a la perfección la transición entre dos mundos que luchan constantemente en el Camino del Norte: el del mar y el del interior; el de lo urbano y el de lo rural; el de las grandes vías de comunicación (como la autopista A-8) y las pequeñas carreteras que unen concellos y sirven, incluso, como lugar de paseo para los vecinos. El primer contacto con la Galicia interior es un prólogo perfecto para lo que luego vendrá: una naturaleza muy generosa, una soledad más que amable y excelente gastronomía allá donde paremos.

¿Qué monumento o experiencia no debo perderme?

El espectacular monasterio de San Salvador de Lourenzá, una joya barroca muy poco conocida que sorprende por sus dimensiones y por su refinamiento. Su imponente fachada recuerda a la de la catedral de Santiago de Compostela y no, no es casualidad: es una obra del mismo arquitecto, Fernando de Casas Novoa, que creó el envoltorio barroco que preside el Obradoiro (y que miles de personas llegadas de todo el planeta fotografían cada año).

Si quiere sumergirte en profundidad en el Camino del Norte y conocer todos los detalles prácticos sobre las etapas o el equipamiento, puedes bajarte este documento. 

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